20210411

Superhumor XXI: el desgaste

 Data Estel·lar superhumoritzada Diumenge 20210411

Resumen de lo publicado: me compré un tebeo nuevo a estrenar del año 1984 de Editorial Bruguera: el Superhumor XXI. Lo guardo durante un tiempo en el estante de las cosas por leer durante un par de años hasta que, durante marzo del 2021, lo leo, lo comento en el blog y pienso en guardarlo...

... o no porque le doy vueltas a algo que ya me surgió en origen. ¿No debería forrarlo con papel adhesivo como hacemos con casi todos los volúmenes que nos llegan desde hace años? El debate es intenso. "La batalla se dirime en planos que superan el físico, involucrando un montón de dimensiones y de estados físicos y parafísicos". No llego a ninguna conclusión.

 


 

Pasan las semanas. Decido hacer unas fotos del lomo de tela al que le he notado, sí, un cierto DESGASTE. Eso puede ser definitorio para efectuar el forrado del Superhumor 

Las letras han perdio algo del dorado, pese a que apenas se han tocado. Es la edición de Bruguera. La de Ediciones B-Grupo Zeta es que ya hubiera perdido las letras.

Tiene sentido no forrarlo si uno piensa en venderlo, si es que es cierto que tiene más valor sin forro, como me comentaron en una tienda una vez... porque yo hice el comentario un poco a lo loco. ¿Entonces un individuo coleccionista prefiere pagar 30€ por un tomo destrozado y ajado por la nostalgia? Puede ser: la autdenominada "Ciencia" Económica habla de individuos racionales pero también de preferencias individuales. Está claro que esas preferencias individuales no parecen seguir tal racionalidad si uno prefiere algo en peor estado que algo mejor cuidado... ahora bien, el tema es teórico porque no tenemos intención de venderlo. Planteemos hacer un hipogeo con todos los volúmenes. 


 Hum. También ponemos estas imágenes para aquellos e-manitas capaces de reproducir ese tipo de letras. Si nos dicen el nombre de la tipografía: agradecidos y emocionados. Descubrí con este tomo, lo que tiene estar pensando cuando lees tebeos, que esas letras tan alargadas y difíciles de leer, son como las de aquellos pasatiempos de decían: "nuestro amigo Carpanta quiere comer un bocadillo de..." y salían unas líneas larguísimas. Se podía averiguar que ponía "Salchichón" pero el truco está en leer el texto con la hoja tumbada. Es decir, que esas letras de Superhumor se leen mucho mejor desde abajo: con el tomo puesto en una estantería alta de los antiguos muebles de comedor, allá donde bastante gente tenía la enciclopedia. Y que nadie me diga que ya no tiene enciclopedia porque los que la tenían tampoco la miraban, salvo frikis como yo. ¿Pero tiene lógica meter los tebeos en los estantes superiores?

 Así que, si el tomo es mío, y difícilmente saldrá de mi entorno cercano, ¿qué más dará forrar un presunto tomo viejo?

¿Qué más dará si hago figuritas recortables con sus hojas?, cosa que habíamos visto con dolor en puertas de aulas de escuelas de primaria hace décadas.

Mi idea es mostrar el pequeño desgaste pero desgaste al fin de ese tomo de Superhumor XXI. Si lo vimos absolutamente nuevo en la librería de viejo, porque seguramente que solamente pasó de la imprenta a la tienda anterior o al almacén donde estuvo de 1985 a 2017 y lo tocó otro individuo un día que lo puso en un estante de una librería allá por 2017, el libro llega a mis manos y lo dejo en otro estante entre el 2018-2019 y el 2021... menos de 2 o 3 meses ha sido el único tiempo utilizado, leído durante semanas con calma en sofás, sillones, en la mesa de "hacer fotos para el blog", puesto junto al ordenador... con cuidado. Que yo sepa, no ha caído al suelo. 


Pues bien, hay un pequeño desgaste en el lomo de tela. El interior, al pasar las hojas, sigue crujiendo como si fuera nuevo o como si fueran las cuadernas de un barco... cuadernas, encuadernación...

No se podía hacer durante el siglo XX, cuando existían esos tebeos nuevos: hacer fotos aletarorias era caro. Los carretes de fotos eran carísimos. Revelarlos aún más. No era inmediato. Tardan días. Cuando llegó el fotosistema: "revelamos en una hora". Es muy aceptable. No tardamos menos en descargar fotos en el ordenador o en otro dispositivo o en seleccionarlas porque la foto digital permite hacer infinitas fotos de lo mismo mientras tengas batería. La foto analógica precisa de la pila de la máquina pero también de unos carretes de 16, 24 o 36 fotos. Puede que esas 24 fotos acabaran siendo 26 o 27. No era habitual a última o últimas fotos se montaran una sobre otra, aunque el resultado fuera divertido pero no buscado. Hablo en pretérito porque ni yo, que estoy anclado en el pasado tengo capacidad de encontrar cámaras analógicas, o son de esas de regalo de lujo ultracaras o cámaras-carrete de usar y tirar antiecológicamente militantes.

Este mismo ejercicio se podría hacer con tomos nuevos, impresos y encuadernados en el año actual. El resultado, me temo, es peor. Un tomazo de Panini es caro por volumen, barato por unidad de página pero carísimo si piensas que se desmonta con mirarlo o con ponerlo en el estante. He comprado tomos de Dolmen con picotazos en la unión exterior del lomo con la tapa o contratapa: te das cuenta al llegar a casa y sabes que no hay más ejemplares en la tienda. El mundo de la encuadernación ha ido a peor. Se ha instaurado la idea del Libro de Usar y Tirar en el Sector del Libro, cosa que ayuda a dos cosas: 

1.-A que la gente se pase al libro electrónico.

2.-A que se pirateen el libro electrónico.

La historia de encuadernaciones mediocres o malas viene de lejos. Allá por 1998 o 1999, los tomos de Ediciones Junior-Grupo Editorial Grijalbo para Lucky Luke, que se llegaron a saldar, contenían malas impresiones con el dibujo cabalgando sobre parte del lomo y cosas así. El mundo de los álbumes de tapa dura mal encuadernados forma parte de un episodio continuo: sigo sin comprender que algo tan caro y que se piensa en formato regalo (o se pensaba: siglo XX) sea tan frágil y tenga en tan poca consideración al lector como aquello lomos que caen sin tiempo a recogerlos: Gweeeeeeeeen.

E incluso recuerdo haber visto, tanto recién comprado como en librerías de saldo, coleccionables de tomos tipo "Félix Rodríguez de la Fuente" y de otro tipo (se anunciaban mucho a lo largo de los años 1990) cuyos lomos perdían las letras y los números. Colecciones caras, de lujo, pensadas como un gran regalo por el regalante y/o por el regalado o por el auto-regalado en plan "esto sí que está bien" y se podían encontrar con títulos de tapas y lomos que desaparecían como los chorros de los aviones en el cielo. Más: porque los chorros son de gases contaminantes y desaparecen pero permanecen para atentar contra la salud pública.