Pero es indudable que un Estado de corte mafioso, con esclavos y mano de obra infantil, y la gente atemorizada no puede ser miembro de la Unión Europea porque ni su candidatura habría sido tenida en cuenta:
O, si no, leed Pernik, la maldición del carbón, un informe de Greenpeace que pondría los pelos de punta si no supiéramos que la Comisión Europea tiene mucho trabajo ayudando a los malos, castigando a los buenos y colocándose en empresas de mala reputación. Por cierto, que la noticia sobre las altas de contaminación y destrucción social ya han sido expuestas en novinite donde se habla de socios inversores de Bélgica o Grecia aparte de Bulgaria.
Sí: aún esperamos un Spirou que nos hable de la parte tan sucia de Bélgica en el mundo aunque sea con sentido del humor. La visión idílica de Bélgica como un entorno rural pero moderno cuyos aventureros encuentran problemas por el mundo ya había sido criticada con El País de los Soviets, cuando Tintín y Hergé y el diario en el que trabajaba obviaba la realidad belga... pero también en tantos otros casos: eran los estadounidenses los que creaban problemas en Sudamericana en el subgénero de dictaduras sudamericnas tan caro a los belgas o eran los propios sudamericanos los que se metían en líos. Ídem en África... de empresas propias o de monarquía (Congo) sucias, ni hablar. Pues eso también es ideología transmitida por un medio de comunicación como es la Bande Dessinée.
Pernik,
la maldición del carbón
En
Pernik (Bulgaria) el carbón no solo provoca contaminación. Su
extracción ilegal también ha creado mafias. Muchos habitantes tienen
miedo a hablar. No es el caso de Galyna que, acompañada por Greenpeace y
otras organizaciones locales, lucha para que esta situación cambie.
“Vivimos en un estado sin ley ni garantías. Y sí, me siento vulnerable pero no podemos detener la lucha”
“Ahí se puede ver por dónde se extrae el carbón. Cavan con sus
propias manos, muchos son niños. Todos los años muere gente. Para
asegurarse, a veces meten un perro y si no se derrumba, entran. Es
peligroso, para ellos y para quienes vivimos cerca”, denuncia la
activista búlgara Galyna Gerginova. Mientras habla, mira a los lados
consciente de que la presencia de un grupo grande puede atraer a quienes
quieren silenciar lo que allí ocurre. Aún así, continúa.
“Como la minería ilegal es propiedad de la mafia, no hay estadísticas
de víctimas, pero hay decenas de muertes y explotación infantil. Todo
es visible, todo el mundo sabe lo que está pasando”, prosigue junto a la
mina ilegal a cielo abierto, propiedad de uno de los hombres más ricos
del país. Allí, protegiéndose del frío y de los visitantes indeseados,
explica a la delegación internacional de Greenpeace cómo este
combustible fósil, que fue el sustento y motor de la ciudad, es ahora su
peor maldición.
Con solo 100.000 habitantes, Pernik es una de las ciudades más
contaminadas de la Unión Europea. Sus habitantes sufren los estragos de
la central térmica cercana y de la quema de carbón en sus hogares para
cocinar y calentarse, que generan partículas tóxicas que los
especialistas asocian con la alta tasa de cáncer y de enfermedades
respiratorias (una de cada dos habitantes de la ciudad las ha sufrido).
Galyna y su familia no son una excepción.
Además de destruir el bosque por la tala de árboles, la excavación de
túneles para la extracción del mineral ha convertido el subsuelo en una
especie de queso gruyere en el que cualquier construcción corre peligro
de derrumbe, algo que ocurre a menudo. Las enormes grietas en muchas de
las casas son un recordatorio del peligro que les acecha.
Pero a pesar de todos los problemas, pocas personas se atreven a
denunciar lo que ocurre en Pernik, y si lo hacen tampoco les escuchan.
Desde hace tiempo, Galyna trabaja junto con Greenpeace y otras
organizaciones locales para revertir esta situación. Sabe que no es
fácil, pero es una mujer valiente. Ha recibido numerosas amenazas
“señales que la mafia te está dando, pinchando ruedas o quemando coches”
pero asegura que eso no la parará. “Vivimos en un estado sin ley ni
garantías. Y sí, me siento vulnerable pero no podemos detener la lucha.
Eso significaría que deberíamos irnos, y no quiero irme. Quiero tener
una hermosa vista”, sonríe.
Aunque denuncia que el Gobierno y los medios no prestan atención a su
situación, es optimista. “Creo que la solución vendrá con una
ciudadanía activa, con personas bien informadas que cambien las cosas.
La historia está cambiando y la gente con ella. Vivimos en el siglo XXI,
con nuevas tecnologías que hacen que el carbón no sea necesario y es
cuestión de tiempo que se vaya de Pernik. Ha llegado el momento de un
cambio. Espero que estemos sanos y vivos para ver la solución”.
Galyna Gerginova, Activista
“Creo que existe un futuro sin contaminación, mafias ni carbón y
que la llave para el cambio está en la gente y su participación activa”Diseñadora de profesión, reside con su familia en Pernik (Bulgaria).
Dirige el Consejo Científico y Técnico.
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