Data Estel·lar qualsevoltempspassat Diumenge 20201101
La sensación que tengo tras ver algunas mesas redondas del Manga Barcelona es variada:
1.-La vibrante ilusión de los contertulios. Mucho mayor siempre en el Salón del Manga que en el del Comic. No sé por qué. Nada comparado con aquella macrocharla en la Farga de L'Hospitalet en la que yo contaba 300 asistentes que se estaban un cuarto de hora o veinte minutos e iban saliendo, entraban otros... y todos iban entusiasmados hasta que alguien dijo: ¿a quién le gustaría ir a Japón? Y se lio un griterío: "yo yo yo yo yo". Igual era una pose, igual era el gregarismo, igual era de verdad o igual era un "donde fueres haz lo que vieres".
En otra ocasión asistimos en La Farga a la mejor charla de todo tipo. Tonto de mí, pensaba que eso era el futuro. Un chico joven que yo interpreté que aún estaba haciendo la carrera de Periodismo... porque controlaba el tema de medios de comunicación, porque sabía usar el ordenador para poner imágenes y escribir comentarios en los primeros tiempos del twitter. Es decir, que yo creo que sabía de periodismo. Iba sacando a gente que presentaban fanzines o proyectos que tenían en internet. Muy interesante, variado, con toques de humor, ágil. Nunca supe el nombre del presentador ni recuerdo el año ni sé exactamente de qué iba. Solamente pensé que así iba a ser el futuro próximo. No lo fue. A la tele me remito, a youtube me remito. Al Zoom me remito.
Rezumaban entusiasmo e ilusión.
Algo de eso encontramos en el vídeo siguiente, y en otros:
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2.-Melancolía y decrepitud. Si os fijáis en el segmento del tercio final de la charla Japón a lo largo del tiempo, todo el rato es "antes no había google maps y te perdías, qué bonito perderse, qué miedo, qué interesante llegar a un barrio chungo de Japón". La dependencia enfermiza de la tecnología ya es nefasta de por sí. Que encima digan que quieren regresar a un tiempo al que no quieren regresar es un ejercicio extraño de "cualquier tiempo pasado fue mejor pero virgencita virgencita que me quede como estoy".
Si unimos a la expliación sobre el shoujo, que ayer se llama shojo o shôjo, también tenemos esos reclamos sobre el pasado, en ese caso los años 1995-2005.
La sensación es que se ha dado la vuelta: de aquel salón del manga de L'Hospitalet de Llobregat, el último o el penúltimo, al de ahora, donde los que hablan ya lo creen saber todo y pueden cambiar nomenclaturas, reinventar hermenéuticas (=palabras raras).
En la mesa redonda de Japón casi que lloriquean porque hay más gente no japonesa que habla japonés en Japón. Que ya no todo es tan exótico, cosa que se puede aplicar a todo hasta llegar a aquella tremebunda tira de Mafalda en la que Felipe (creo que es él) le da un síncope al notar qué pasaría si todo, todo, toto, los beatles, el muro de Berlín, los vaqueros del Oeste, todo estuviera aquí.
Hablan de un libro de viajes para gastar poco o de un plano de la ciudad como algo no apto para todo, dice un entusiasta ¡Un plano de papel como los que se han estado viendo en los kioskos de Barcelona hasta el 2019! Señores, pues sí que sois palurdos si no podéis seguir un callejero de papel.
Siempre está en el horizonte verbal y mental el "eso es viejo y hay que quemarlo". Me pregunto a qué temperatura en grados Farenheit arde aquello que socialmente se considera obsoleto: el gran problema de este país, el de quemar la memoria siempre que se pueda.
Me voy a ver Guerra de Contenedores.
Si no lo digo, reviento: qué suerte lo de universidades que ahora sí permiten proyectos de tesis doctorales y trabajos similares sobre comic, manga, etc. ¡Qué esclerótica la UAB! Viva yo, viva la uva. Grape Ape.
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