Con demasiada frecuencia no valoramos bien a nuestros políticos. En el presente artículo veremos que sí es posible que "todos sean iguales", al menos en su relación postal con el ciudadano. Pero eso no es malo, porque nos ejemplifica una unidad de mensajes en lo universal que debería simplificarnos la existencia.
Muchas veces oímos decir patrañas como que no saben idiomas, pero eso queda desvirtuado en este mensaje. Si podemos aseverar que el conseller Joan Saura sabe catalán y castellano, podemos afirmar lo mismo del ministro eterno Pérez Rubalcalv, Rubalcaba.
Para ponernos sobre antecedentes, el conseller Joan Saura Laporta fue el líder de Iniciativa per Catalunya-Verds, bajo cuya férula se fustigó, siendo él diputado en el Congreso de los Diputados, al gobierno peligroso de Aznar, y luego llegó al gobierno de Catalunya, siendo el grupo menor de los tres componente de la coalición. En ese momento, optó por lo de siempre, esto es, olvidar e incluso reprimir todas las ideas que sus votantes y su programa exigían, osea, las ideas de izquierdas. De tal manera, que llegó a su cargo, vigente en el momento de la carta, de Conseller d'Interior, y se dedicó a lanzar a los mossos d'esquadra contra los manifestantes siempre que fueran trabajadores y gentes de mal vivir, izquierdosos peligrosos, okupas, alternativos, y se inhibió por completo de enviarlos a tomar las corporaciones que nos habían metido en la crisis y que nos estaban haciendo vivir bajo la Economía del Chantaje. Tampoco se le ha oído, como líder del partido de izquierdas, incentivar las inspecciones fiscales y laborales a las empresas de todo tipo, ni siquiera a las más problemáticas. En cuanto a la ecología, marca "verde" que les da buena prensa (excepto en La Vanguardia), también han optado, ilegítimamente, por evadirse del tema y sólo van algún domingo a decir que No al Quart Cinturó, cuando se está realizando, o a apoyar, porque no oponerse es apoyar a un tal President Montilla a inaugurar puertos deportivos como el de Roda de Barà (del que ya hablamos aquí). Fue el espíritu de la normativa de la velocidad máxima de 80 km/h, poniéndonos en peligro de ser atropellados por los que vienen detrás a los que intentamos cumplirla. Es una normativa, además, que a mí no me parece nada ecológica. Los motores se supone que son más eficiente a 90 km/h, o eso decían en las autoescuelas y sus manuales en los años 90, y se supone que la eficiencia de los motores ha mejorado desde entonces. Ecológico sería haber montado, y en seis años ha habido tiempo, una red de metro interurbano en condiciones que cubriera y uniera Barcelona, Barcelonès, localidades, barrios y polígonos de ambos Vallès, y lo mismo en el Baix Llobregat, con un sistema de cercanías de tren que llevara como algo habitual, es decir, con frecuencia de cada media o icluso menos, al área de Tarragona, Girona-Costa Brava y Vic, y no como ha sido hasta ahora. Otro punto ecológico hubiera sido haber tomado el toro por los cuernos o las empresas por el accionariado (y no sólo tirar dinero a directivos japoneses, alemanes y de aquí que se los gastan en caymanadas y santjusdesvernadas) y haber implantado vehículos eléctricos y solares por defecto en Nissan y Seat, en las de motos, y sus empresas subsidiarias. Era factible, posible, necesario y hubiera sido socialmente útil, económicamente favorecedor, estratégicamente fundamental y, sobretodo, ecologista. Lo demás son pañitos calientes. Y lo saben. Son conscientes de ello.
Rubalcalva, digo, Rubalcaba, por su parte, se trata de un hábil político que ahora nos quieren colocar como parte de una terna de dos, o Bono o Rubalcaba, para que se presente como primer candidato socialista para Presidente del Gobierno. No me gusta ni el facha ni el fontanero monclovita. El segundo me gusta para lo que hace, para negociar bajo mano y con mariscadas mediante con los etarras y los populares, manteniendo como viene haciendo desde que aprendió con Cánovas y Sagasta, a mantener el poder político y restático entre los dos partidos del turno, los liberales y los conservadores. Seguramente es una figura hábil (parece que he repetido la palabra pero no, es que es muy hábil, materia de estudio si supiéramos qué y como lo hace). Seguramente es una figura necesaria, pero a mí me hace poca o ninguna gracia que esté hay delante.
Y entonces vemos como es de hábil (no lo he repetido) y de feruloso el dúo que nos acompaña:
Podríamos malpensar: que ninguno de los dos ha cogido un coche en su vida. Que ninguno de los dos ha ido por una autopista ni por una carretera local jamás en los últimos diez años. Que ninguno de los dos sabe que los intermitentes existen, y que los conductores ya no los usan, y por eso piensan que se conduce mejor, porque no saben lo que sucede en las carreteras. Podemos pensar que la carta no la han escrito ninguno de los dos. Podemos pensar que, así como antes, se mandaba una carta de este tipo a los ciudadanos y se ponía por un lado en castellano y por otro en catalán, firmada por la misma persona, representante de la institución que fuera (organismo de la Seguridad Social, de Serveis Socials, del Ministerio de Agricultura, de la Conselleria de Salut...), ahora traducen pero la hacen firmar por el representante de cada organismo... ojo, como si las competencias de ambos fueran las mismas en el mismo territorio, cosa que normativamente no es así, y que sería causa de conflicto de competencias y de recurso de inconstitucionalidad. Es así como un mensaje de impulso político puede convertirse en un arma de doble filo. Como nadie lee estas cartas, que es una manera como otra de destruir los bosques (no todo va a ser permitir que se quemen), pues no pasa nada.
Pero eso sería pensando mal. Muy mal. No lo hagamos. No pensemos mal. No le de más vueltas. No tiene sentido.
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