Un día me di cuenta de una cosa; otro, de otra. Un día me di cuenta de que no se puede impedir la degradación del planeta de forma individual (no, mis costumbres no sirven para eso), es decir, me di cuenta de que no podía salvar al planeta. Un día me di cuenta de que no se podía salvar el paisaje. Un día me di cuenta de que no se podían salvar los campos. Un día me di cuenta de que no se podía salvar mi barrio ni mis calles. Un día me di cuenta de que no podía salvar a la gente que yo quería salvar. un día me di cuenta de que no podía salvar un árbol. Un día me di cuenta de que no podía conseguir que esas pequeñas cosas funcionaran bien (el ejemplo que un lector de este blog puede conocer es el de los trenes). Un día de que mi trabajo iba a ser inútil, pero eso iba en el sueldo. Un día me di cuenta de que ni siquiera era capaz de salvar unos cuantos libros.
El día es hoy.
Los libros son éstos.
Mirad que lo pensaba. Tal vez podría leer alguno, me dije cuando tuve que cambiarlos de sala, limpiarlos, ordenarlos, colocarlos en los estantes nuevos... Tal vez se pudieran escanear, digitalizar, al menos, los ilustrados. ¿Y si me llevara alguno? ¿Sería posible? ¿Quién se iba a dar cuenta? Nadie, evidentemente. Porque yo sí que me daba cuenta de algo: a nadie le importaban un rábano los libros, y todos daban sus razones, que si eran viejos (no todos), que si estaban amarillentos (no todos), que si los niños de hoy no los iban a leer (no todos; aunque querían decir que no se los iban a dar a leer). Y luego me he ido dando cuenta del valor de la cultura del emule, que yo desconozco: ¿para qué conservar si todo está en Internet? ¿Para qué poner libros en la biblioteca, "si està a punt d'arribar Internet"?, parafraseando la frase de mediados de los noventa de un poderoso cateto de marca mayor que era el tercero de los sociatas en un ayuntamiento para pasar a ser el segundo en otro, en el momento en que escribo estas líneas.
No me habría imaginado lo cercano que estaría a un artículo de Risto Mejide en el ADN de esta misma semana. Aunque pensaba que tenía que hacer un texto en este blog sobre ese artículo, no me imaginaba que esa misma semana tendría que fusionarlo con este otro artículo sobre lo que no podemos hacer y sobre cómo la gente tiene metida la cultura del usarytirar, la cultura del emule y la cultura del liquidar todo lo que suene a cultura, a "antes de llegar yo".
El planteamiento es dar de baja los libros de una base de datos (que yo hice). Eso ya lo esperaba. De hecho, era una base de datos que ya esperaba que jamás sirviera para nada. El propio Open Office Base ha hecho mucho por su inutilidad puesto que impide hacer etiquetas variadas y en condiciones, es decir, impide extraer información por medio de periféricos que no sean la pantalla. Bonito programa el Base, que se casca cada dos por tres y "comienza la recuperación de datos" cada tres por cuatro... "Microsoft (Access) siempre será el más fuerte", pensó Zorglub.
Esa foto es un tercio de la biblioteca, un tercio de la base de datos. Estoy por meter los libros sanos en otra base de datos. ¿Vale la pena eliminar cientos de registros? Colecciones enteras...
Y luego... ¿qué se hace con el papel, con los libros? "Exterminate" Óyelo. "Extermination"
Tirarlos a la basura.
Okupamos el barrio del olvido
Hay libros viejos, sucios, realmente amarillentos... incluso rotos.
Pero hay libros cuya pena es no ser de este año, no tener una presencia mediática suficiente como para que los adultos los comprendan.
Hay libros, con solapas, que, tal y como yo sospechaba, se debieron romper la primera vez que se tocaron: 2006 o 2007, la fecha del sello de entrada.
Alguien con poca imaginación diría que estamos antre Farenheit 451. Otros, ante la tía de la sobrina del Qujote. Otros, ante... Pero, no, estamos ante un ejemplo local de algo que está sucediendo a nivel general: estamos ante 1984.
Aunque generalmente se ha optado por la tontería simplona del Gran Hermano, sistema de espionaje tecnológico y social (los espías correveydiles)... en realidad, la novela 1984 muestra un mundo al que se llega por medio de capas sociales generalmente bien consideradas, con un cierto poder social, tal vez a pesar suyo o de manera involuntaria... y que dominan las artes del lenguaje y la comunicación. Lo mas relevante, y de ahí el epílogo de la novela, es el control del vocabulario, del cambio del pasado y del presente mediante el cambio de las palabras, de aquello que sucede ya en Internet, que es el hecho de localizar hoy una información que mañana ha desaparecido. Haciendo desaparecer esos libros "que ya no interesan a nadie", entre ellos el magnífico El Libro de la Naturaleza de Hutchinson, evitamos que nadie, de casualidad (porque por voluntad es difícil que sea, eso también lo digo aquí y ahora) se encuentre con esos libros, con su información y su forma de ver el mundo. Unos libros son malos porque sale el Rey, otros porque salen instituciones, otros porque son españolistas (o así se intepretan) y otros porque son demasiado catalufos (o así se interpreta), otros porque son viejos, porque, uf, la Heidi, a estas alturas, o por mil otras razones, porque la editorial ya no existe o porque ya se compraran otros similares, porque los venden muy baratos, o porque son de poesía, porque tienen demasiada letra, porque no tienen letra, porque son para mayores, porque son muy para críos... Acto seguido, muerto el perro se acabó la rabia.
3 culturas sin ánimo de ser exhaustivo (porque tampoco sé si hay más):
Cultura de usar y tirar, cultura del consumismo: se lee y se tira, ya se comprará otro.
Pero nuestro vecindario de ahora mola mucho más. Aquí mandan las marcas, que tienen más dinero y muchos menos escrúpulos.
La palabra trampa es ‘nuevo’. Nuevo como eterna promesa que jamás se cumple, porque muere en cuanto se hace mayor. (eso lo dice un publicista)
Cultura del emule: ya lo sacaremos de Internet (suponiendo que esté, que no está y es de poca calidad, y privado, pero da igual), y encima, no es tan gratis como se supone.
Cultura del 1984: el que domina el discurso domina la sociedad. Eso lo aprendí en la universidad, sitio donde lo único que importaba era el continente -el discurso, las palabras en el sentido que las dice tal autor, el autor del que es frikifan el profesor o el legislador que escribió el temario- y lo que no importaba era el contenido. La frase: lo importante es definir el problema y no tanto resolverlo procede de ahí, y se convierte en que lo importante es no resolver el problema sino cobrar del mismo, lo importante es convertir el problema en normas, palabras, frases, slogans y razonamientos basados en aspectos teóricos citados como mandan los cánones de la cita bibliográfica. Resolver el problema: se procurará no hacerlo.
Nadie me avisó de que, a partir de ahora, avanzar exigiría necesariamente quemarlo todo por donde venimos pisando. (eso ya me parecen frases de esas de powerpoints de los emails, de las que alguien envía para animar pero que a mí me deprimen)
La realidad se fabrica con palabras, con discursos, y al que no se lo cree se le fríe a palabrería.
El caso es borrar la memoria, sustituirla cada dos por tres, convertirla en material fungible y convertir nuestro álbum de recuerdos más personal, encuadernado con piel de gallina, en un triste bloc de post-it notes.
En ese sentido, eliminar tales libros (de forma razonada y también con aspavientos y bromitas) es eliminar el discurso para sustituirlo, no añadirlo, por otro discurso, que hará la gente que sabe lo que les conviene. El discurso fluye del emisor al receptor. El emisor cambia los libros, los tira a la basura, y los cambia por otros, o no, es decir, que actúa sobre algo que no se qué parte del esquema de la comunicación debe de ser. He anotado un artículo de la wikipedia: la wikipedia cumple con esas tres culturas (usarytirar, emule y 1984), es decir, hoy la wikipedia dice ajos y mañana pueden ser cebollas, sin que haya garantías de que una u otra información sea correcta, completa, exhaustiva, etc.. Ya hay algún libro que dice cosas similares sobre el propio Google, como controlador de la información que recibimos (bajo la pregunta que espero que conozcáis de haberla leído por ahí: "¿y si Google se vuelve malvado?"). La Transición Española y otras cosas de después son ejercicios de desmemoria estilo 1984: recordaré que ahí el papel de los vecindarios es nulo, y exclusivamente vemos el papel de las élites (es curioso porque esto es de lo primero que pensé al leer el artículo de Risto Mejide).
Es la base de todo consumo.
Ah, sí, que se nos va el santo al cielo, citando a Arroyito y Pozolón: el enlace a No sé de qué me extraño. La diferencia principal es que yo no me extraño: no me gusta, pero veo una evolución lógica en todo esto.
Nunca hubiera pensado que estaría de acuerdo con alguien a quien considero un personaje-pose típico del mundillo gafapasta y gafaplasta que se ha hecho con el control mediático y cultural de Barcelona, con bravatas sacadas de un diccionario de bravatas... iba a decir "de una base de datos"... pero ¿para qué matarse, para eliminar entradas al cabo de un rato? Un personaje que consideraba el típico actor de los programas de la Trinca, que sirve para demostrarnos cómo Gestmusic conoce tan bien las técnicas de marketing o de sociología de consumo, que sabe cómo provocar a los que son provocables para que vayan por ahí diciendo "qué maleducado el Risto ese", y vieran los programas de la tele (hacia mediados de los cerocero). Es curioso. Sublime.
Si has llegado hasta aqui vale la pena ver el árbol que se pudo salvar.
El tiempo se acaba. Y de esto saben bastante los elementos postcomtianos y postschpenharianos