20140610

Un tostón o une plaie: Vendredi ou la Vie sauvage

Data Estel·lar tornairetorna Dimarts 20140510

Todo comenzo cuando en el curso de Francés y en la tienda que hace negocio pero que pasa de informarse, y que se denomina "librería" (el descrédito que tengo por las librerías comienza a acercarse al que tengo por las bibliotecas), decidieron vender a toda una clase un libro que no era. En otro trimestre o cuatrimestre o como le quieran llamar porque eso sólo separa montones de exámenes de otros tantos aumentados por la angustia del final de curso, ya pasé de ir a esa libreria. No me iban a echar en falta. Entonces quien se equivocó o quien hizo mal su trabajo pero lo cobró fue el centro educativo y personal docente: aquel libro ya no era necesario leerlo. La razón ya ni importa ni nada. C'était suffit de lire quelque roman... uno facilito. 

Así se quedó por ahi abandonado el libro de Michel Tournier,  Vendredi ou La vie sauvage, recién leídas las insoportables primeras páginas de Folioplus classiques o del dossier. 

A mí me sonaba este libro, ya como pelmacete, de los tiempos de la Coleccion 4Vientos de Editorial Noguer o algo así. 

Aviso para los próximos estudiantes de franchute: los temarios de lectura en frances son inexplicablemente espantosos. Es muy difícil encontrar un libro que no sea triste, sumamente trágico, desesperante o que no hable de crueldades o de nazis. Se ve que los franceses ahora les ha dado por la mala conciencia y se han enterado de que la mitad del país fue pro-nazi, colaboracionista, amigo del régimen de Vichy, un secundario a las órdenes de Hitler, que también mataron judíos... aunque ellos no hablan mucho del maltrato a los republicanos y exiliados españoles. Muy bien: que tengan la mala conciencia que les venga en gana, pero que no nos martiricen a los demás, que no tenemos la culpa. 

Por supuesto uno no cree que alguien vinculado al sector de la educación pueda tener la buena idea de hacer leer una novela de Jules Verne, porque ese autor no existe en ningún temario de Literatura. ¿Para qué, teniendo a, puaj, Narcís Oller o a beurgh, Luis Martín-Santos? Milagro es que alguien lea algo en las tierras emergidas ibéricas.

Pero, en fin, algo con un poco de garbo. Y no rollos patateros tristones escritos por y para gente sin ningún problema y mucho ocio.

En fin, que de Vendredi era de las pocas opciones menos malas que había.

Es un tostón o une plaie. 

Un rollo. 

El autor es una especie de filósofo. 

Tiene esa enfermedad que tan bien les va: la verborrea francesa, por la cual cualquier escritor o erudito francófono puede añadir palabra tras palabra sin que se repitan. ¿Alguien ha leído los textos teóricos de propaganda sobre Tintín? Pues eso. Pueden convertir cualquier elemento cotidiano en objeto o sujeto de una pequeña narración, una capacidad extrema que da la apariencia de que las ideas del autor son inagotables.

Pero lo demás es... buuuuf.

¿Qué es Robinson Crusoe? Un náufrago que con cuatro cosas consigue sobrevivir en una isla. No soy muy fan de estas historias porque me parecen claustrofóbicas y además siempre tienen los elementos necesarios. Anda, majetes, intenten plantar semillas de lo que sea, a ver cuántas les salen, sin que se las coman los insectos, sin que les caiga piedra (=granizo), sin que se sequen... intenten hacer una cabaña sin tener ni idea. ¿Y los clavos? ¿Habéis intentado arreglar una bisagra de una puerta de armario de cocina? Je... pues imagine hacer una casa entera sin haberlo hecho antes. Y con más herramientas que un Leroy.

En esto discrepo, por tanto, del anteriormente citado autor, Jules Verne, declarado fan de estas historias, en cuyo subgénero penetró, con Escuela de Robinsones o con La Isla Misteriosa.

Pues resulta que Robinson Crusoe no es eso, sino que es un manifiesto en forma de novelon por entregas en los primeros tiempos de la prensa escrita, para comerle el tarro bien comido al personal para incitarlos a coger el pendingue y largarse a conquistas, colonizar y tomar el planeta al asalto, porque ese destino era el de la raza británica europea católica y civilizada, con sus cruces y sus arcabuces, y cuando llegaran al lugar, tras disparar por si acaso, se harían de un séquito de negritos o de los que hubiera por ahí (bueno, para los británicos, escandinavos y alemanes de bien son oscuros todos los que no son ellos, y por eso un tanto inferiores y dominables).

La primera vez que leí eso me pareció rompedor. ¿Era así? ¿El gran náufrago no era más que el agente irruptor y disruptor de una potencia extranjera que iniciaba el avance de una colonización? Lo cierto es que le iba bien la plantación de monocultivo, o eso parecía, a veces.

La novela es eso y además la pertinencia o no, que va ser que no, de las costumbres europeas fuera de su contexto. Robinson Crusoe, denominado sin el apellido en la novela, es más bien un personaje kantiano, de Immanuel Kant, que mantendría un prisionero en su prisión hasta que cumpla su condena aún en ausencia de la sociedad que lo condeno. Véase Lucky Luke en Daisy Town. Lo extraño es que aún no la hayas visto.

La historia de Michel Tournier, igual que la del modelo original, Daniel Defoe, beben de la ridícula tesis del Buen Salvaje. El hombre es bueno por naturaleza y todo eso, sin admitir a trámite que Viernes procede, a su vez, de otra sociedad y no de una naturaleza. De una sociedad más rural, más silvestre, que vive en la selva pero que tiene sus reglas, unas de las cuales serán más aceptables que otras. En Defoe, Robinson tiene razón, pero en Tournier es Vendredi (Viernes) quien acaba teniendo toda la razón y Robinson el sempiternamente equivocado.

El final es muy desesperante: el buen salvaje se convierte en el típico tonto codicioso y encima parece que los blancos, siempre malvados, se aprovecharán de él, para desespero de un Robinson que no acepta ser abandonado por el que consideraba su amigo. Ay, pues igual sí que no vivía en sociedad ni el náufrago británico ni el indio y náufrago sudamericano.

Los episodios no llevan título ni número: ambas cosas son necesarias. Los escritores que van de listorros pasan de ponerlos para ahorrarse trabajo. Los hay que deciden hacer episodios de 80 páginas, y seguro que hasta sonríen complacidos ante tamaño delito contra el lector.

El libro lleva un toston adicional en forma de comentario de la imagen de portada... que es un detalle de otra mayor, que no aparece en el libro. Osea, nada. 

Lo más interesante son textos de otros libros sobre el tema, entre ellos unos párrafos de la novela original.

Banalidad tras banalidad, enmascarada de retorno a una naturaleza amable, Tournier miente tanto como Defoe. Pero, encima, en la versión formativa para jóvenes del siglo XX, encima pretende ser la versión correcta. 

El final sólo puede ser triste y desesperante, porque para eso es un libro recomendado y premiado a lo largo de los años por gente que sólo admite que es cultura aquello que es lacrimógeno.

Prefiero mil veces los dibujos animados de La Familia Robinson.